Un conciertazo
Una hora antes del concierto llovía y llovía. Ni el más optimista de los uruguayos pensaba que a la hora señalada en el cielo se iban a ver las estrellas. Sin embargo, dieron resultado los pedidos rezos y demás conjuros que católicos y protestantes, agnósticos y ateos, umbandistas y mormones hicieron previo al concierto y aunque hacía un “frío que pela por esas calles” la lluvia paró.
¡Que conciertazo! Hablar de un espectáculo de Serrat y trasmitir sensaciones no es fácil; cuando se trata de las dos urracas, la dificultad se duplica.
Diez menos veinte de la noche, dos divertidos pajarracos, se dejaron ver en la pantalla caminando hacia el público. Uno con bombín y el otro con ojos tristones.
Y así comenzó la fiesta. Igual que en la gira anterior, la ya emblemática “Hoy puede ser un gran día” estremeció a las veintidós mil personas que a pesar del mal tiempo, esperaban con alegría a estos dos compañeros de la vida.
Allí estaban ellos; con sus años encima y sus nanas a cuestas, y de este lado nosotros, con los mismos años y las mismas nanas. Pero además había jóvenes; muchos, de la edad de nuestros hijos, que quizás con una interés más sabinero que serratiano, no se perdieron la cita.
Y que noche la de anoche. Con una sintonía propia de profesionales y con un maravilloso acompañamiento musical hilvanaron canción tras canción; viejas y nuevas, a dúo y en solitario, las propias y las del otro. Y como dice mi amiga Alicia, Serrat serratizó a Sabina y Sabina sabinizó a Serrat. Canciones como “Y sin embargo” o “La Magdalena”, parece que Serrat se las hubiera encargado a Sabina en otra vida, y lo mismo Sabina a Serrat, con “Señora” o “De Cartón Piedra”.
Una graciosa payada en el medio del concierto y la mención de Benedetti, Onetti, Viglietti, Galeano, Rada y el caso de Macarena Gelman, puso el toque uruguayo. La pantalla tuvo un lugar destacado; además de pasar a los artistas, breves videos con animaciones gráficas acompañaron algunas canciones y fotografías de la juventud de cada uno, otras.
En tres horas ininterrumpidas de concierto, además de la belleza de sus canciones, desplegaron alegría y vitalidad. Como no podía ser de otra manera “Fiesta” puso el punto final. ¿Soñaría aquel joven Serrat que esa canción lo acompañaría cerrando recitales durante toda su vida? Son los misterios de la vida.
Lo cierto es que se salió del concierto con la adrenalina a tope y me atrevo a decir que todos, sentimos que a la vida hay que tomarla por los cuernos y que, si por ahí te da la espalda, tocale el culo y salí corriendo.